Marian Ratier crea apasionadamente, sin coordenadas fijas,
guiándose sólo por su instinto. La obra brota por sí misma sin más reflexión que el ser.
La personalidad va mutando a tiempo con la obra que surge
y el espíritu evoluciona, mientras que la creación va madurando.
El resultado de este proceso es la unión total
de la artista con su obra, dejando en ella partes de sí misma.
En cada aspecto de este recorrido pictórico,
Marian marca mapas individuales,
que unen emoción y observación, con una identidad propia.
La magia de la creatividad se desarrolla
en un conjunto de obras asociadas a
una historia oculta, un vistazo a momentos frágiles e íntimos,
que habitan quebradizos en la memoria.
Las luces creadas con la materia,
otorgan belleza a las obras.
Instantes capturados,
los colores se despliegan para presentar un universo de abstracción.
que da forma a diversos escenarios.
Marian Ratier logra fundirse con su obra.

En nuestra mente las ideas emergen
expandiéndose a través de las emociones.
El sentir nos recorre y termina siendo materia,
a través de las acciones.

Marian juega con la mirada,
para perderse en viajes hechos de sensaciones.
Sentir no está de más,
dejarse ir tras los colores.
Las líneas son la fuerza que mueve,
la conexión visual que está brindándonos
posibles lecturas de su obra.
En las profundidades,
está la clave de lo que queremos ver.
Sólo sumergirnos en sus obras nos acerca
al conocimiento de sus razonamientos.
Al final del camino ocurre una nueva historia,
la creatividad siempre propone nuevas tonalidades.
Marian Ratier nos invita a cuestionarnos y a continuar indagando,
en lo alternativo,
en aquello que nos permite seguir pensando.
Algunos rastros son visibles y nos permiten continuar
siguiendo la pista de su obra.
Lo que está por venir lo construiremos nosotros.


























